Miercoles . 21 Mayo . 2025

Escucha en Vivo:

Una industria tan antigua como Chacabuco

03/07/2024
Una industria tan antigua como Chacabuco

La actividad de los hornos de ladrillo comenzó con la fundación del pueblo Guardia Nacional. En efecto, el 5 de marzo de 1866, exactamente un mes después de realizada la ceremonia formal de fundación, la Comisión de Obras Públicas de la naciente población suscribió un contrato con un vecino, llamado Sebastián Echave, que se comprometía a producir un millón de ladrillos que serían utilizados en la construcción de edificios públicos como el Juzgado de Paz, la Municipalidad y las primeras escuelas.

El convenio incluía detalles acerca de las características que debían tener los ladrillos, además del precio que recibiría el fabricante, que iba a ser de entre 220 y 250 pesos los mil. Además, el contratista recibía la propiedad de dos quintas, en las que llevaría adelante la producción. Cuenta el profesor Oscar Melli que el acuerdo se extendió por poco tiempo, ya que en febrero de 1867 Echave denunció que no se estaba cumpliendo con los pagos en los plazos estipulados.

Los registros de la época indican que en 1866 en Chacabuco funcionaban tres hornos de ladrillo. El mercado que tenía esa actividad era escaso, pues eran pocos los edificios de material que había. Acerca de esto, el Registro Estadístico de la Provincia informó que en ese año Guardia Nacional tenía sólo dos casas de altos y 25 de azotea. Las demás construcciones, que eran 712, consistían en ranchos de barro y paja.

En 1881 las estadísticas indican la existencia de sólo dos hornos de ladrillo. La situación cambió en los años siguientes, sobre todo a partir de 1890 y hasta 1914, cuando el pueblo y el partido de Chacabuco tuvieron un gran crecimiento, el cual incrementó la demanda de materiales para la construcción. Melli menciona el Albúm Guía Ilustrado del Partido de Chacabuco, publicado en 1908 por Padín, que señala que en ese año había doce hornos. Esos números se mantuvieron estables hasta 1935, cuando se contabilizaron 18 establecimientos dedicados a la actividad, los cuales se encontraban en los alrededores del pueblo.

La industria ladrillera tuvo un crecimiento acelerado entre 1947 y 1948, a partir del estímulo brindado a nivel oficial para las construcciones públicas y privadas. Además, el desarrollo de la red de carreteras, así como de los transportes, permitía que la producción local pudiera ser comercializada en la Capital Federal y distritos del Gran Buenos Aires. Acerca de esto, hay anécdotas que cuentan que constructores de esa gran urbe se apostaban en los accesos del Conurbano para tratar de asegurarse la compra de ladrillos que llegaban desde Chacabuco.

El apogeo de la industria ladrillera chacabuquense se dio hacia 1951. En ese año funcionaban en el partido nada menos que 550 hornos, en los que trabajaban 2.500 obreros. Luego de haber tocado ese techo, la actividad comenzó un proceso de declinación.

El profesor Melli señala que la época de bonanza de los hornos provocó el ingreso a ese rubro de 'improvisados industriales'. 'Profesionales, comerciantes, funcionarios administrativos, hasta policías y políticos, dedicaron su interés y capitales' a esa actividad, escribió el historiador, que también mencionó que 'pequeños propietarios de reducidas parcelas levantaron hornos propios hasta que, agotadas sus tierras, las abandonaron dedicándose a otras tareas'.

El florecimiento de la industria hizo que llegaran a Chacabuco peones procedentes de partidos cercanos, especialmente General Viamonte, así como del interior del país, muchos de los cuales regresaron a sus lugares de orígen cuando la actividad comenzó a declinar.

La proliferación de hornos generó preocupación, no sólo por sus efectos destructivos de los suelos, sino también por su presencia en las cercanías de la zona urbana. Eso hizo que en 1925 el Concejo Deliberante sancionara una ordenanza que prohibía la instalación y funcionamiento de establecimientos calificados como 'incómodos e insalubres' dentro de un radio de mil metros desde los límites de la planta urbana. El artículo segundo de la norma incluía dentro de esa calificación a los hornos de ladrillos. Sin embargo, todo indica que la ordenanza nunca se hizo aplicar.

Un estudio realizado por Melli, a quien le preocupaba este tema, concluyó que entre las décadas del 30 y el 60 del siglo pasado unas 3.000 hectáreas del partido de Chacabuco habrían sido 'decapitadas' por la actividad de los hornos de ladrillo.

feature-top